La reducción y suspensión de los sacramentos en tiempos de una epidemia aflige y, sin embargo, es precisamente en los tiempos más duros y difíciles donde también los aspectos más técnicos y doctrinales de la Iglesia se revelan acogedores como los brazos de una madre.
Muchos niños habrían recibido el Bautismo en estos meses y tendrán que esperar para celebrar en la iglesia el rito real.
Queremos compartir con ustedes esta sugerencia para tranquilizar sus dudas o los miedos que puedan surgir.
Sin duda, este tiempo no es un tiempo en donde la presencia de Dios se toma una pausa de nosotros, todo lo contrario.
De hecho, podemos aprovechar este evento inesperado y dramático como una oportunidad para redescubrir el significado de ciertos gestos que se dan por sentados.
Y el rito del Bautismo es precisamente una fuente luminosa, acogedora y llena de esa esperanza encarnada que no nos abandona.
En su totalidad e integridad, el rito en la pila bautismal en estas semanas no se puede celebrar. Veamos cómo la guía materna de la Iglesia no nos deja en un vacío de presencia, sino que nos recibe de muchas maneras.
Bendecir
Vamos a lo que los padres podemos hacer en espera del momento del bautismo real, si no hay otras necesidades particulares.
Esta circunstancia histórica de emergencia sanitaria sirve para recordar que un instrumento poderoso siempre a nuestra disposición son las bendiciones. Podemos bendecir a nuestros hijos con esta oración:
Padre santo, fuente inagotable de vida,
de ti proviene todo lo que es bueno;
nosotros te bendecimos y te damos gracias,
porque has querido alegrar con el don de los hijos
nuestra comunión de amor;
haz que estos nuevos retoños de nuestra familia
encuentren en el ámbito doméstico
el clima adecuado para abrirse libremente
a los proyectos que tienes guardados para ellos
y que realizarán con tu ayuda.
Por Cristo nuestro Señor.
Junto a estas palabras, el padre o la madre hacen en la frente de su hijo el signo de la cruz. Si en la casa hay agua bendita se puede utilizar para realizar este gesto.
Si ahora el Bautismo de tu hijo se ha aplazado, es tiempo de desearlo más y consolarse con la certeza de que Jesús y la Iglesia no abandonan a nadie.