Audiencia general del Papa Francisco – 30 de octubre

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Leyendo los Hechos de los Apóstoles se puede ver cómo el Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir.

Lo vemos claramente cuando el apóstol Pablo, llegado a Tróada, tiene una visión. Un macedonio le ruega: «¡Pasa a Macedonia y ayúdanos! (Hechos 16:9). El pueblo de Macedonia del Norte está muy orgulloso de esto, muy orgulloso de haber llamado a Pablo para que Pablo fuera a anunciar a Jesucristo. Recuerdo tanto a ese hermoso pueblo que me recibió con tanto calor: ¡Que conserven esta fe que Pablo les predicó!

El Apóstol no duda, se va a Macedonia, seguro de que es Dios mismo quien lo envía, y llega a Filipos, «colonia romana» (Hch 16,12) en la Via Egnatia, para predicar el Evangelio. Pablo se queda allí varios días. Tres son los acontecimientos que caracterizan su estancia en Filipos en estos tres días: tres hechos importantes: 1) la evangelización y el bautismo de Lidia y su familia; 2) su arresto junto con Silas, después de haber exorcizado a una esclava explotada por sus amos; 3) la conversión y el bautismo de su carcelero y de su familia. Veamos estos tres episodios de la vida de Pablo.

La fuerza del Evangelio se dirige sobre todo a las mujeres de Filipos, en particular a Lidia, vendedora de púrpura, en la ciudad de Tiatira, creyente en Dios a quien el Señor abre su corazón «para que se adhiriese a las palabras de Pablo» (Hch 16,14). Lidia, en efecto, acoge a Cristo, recibe el Bautismo junto con su familia y acoge a los que pertenecen a Cristo, acogiendo a Pablo y a Silas en su casa. Aquí tenemos el testimonio de la llegada del cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura también hoy. Entró por Macedonia.

Después de la calidez experimentada en casa de Lidia, Pablo y Silas tendrán que hacer cuentas con la dureza de la prisión: pasan del consuelo de esta conversión de Lidia y de su familia a la desolación de la cárcel a la que los arrojan por haber liberado en el nombre de Jesús «a una esclava poseída de un espíritu adivino» y «producía mucho dinero a sus amos» con el oficio de adivina (Hch 16,16). Sus amos, ganaban mucho y esta pobre esclava hacía lo que hacen los adivinos: te adivinaba el futuro, te leía las manos, como dice la canción: «Toma esta mano, gitana», y por eso la gente pagaba. También hoy, queridos hermanos y hermanas, hay gente que paga por ello.

Recuerdo que en mi diócesis, en un parque muy grande, había más de 60 mesitas donde estaban sentados los adivinos y las adivinas, que te leían la mano ¡y la gente creía en estas cosas! Y pagaba. Y esto sucedía también en la época de San Pablo. Sus amos, en represalia, denuncian a Pablo y llevan a los Apóstoles ante los jueces acusándoles de desorden público.

El carcelero, creyendo que los prisioneros habían huido, quería matarse, porque los carceleros pagaban con su propia vida la huida de los prisioneros, pero Pablo le grita: «Estamos todos aquí». (Hechos 16:27-28). El carcelero pregunta entonces: «¿Qué tengo que hacer para salvarme?» (v. 30). La respuesta es: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa» (v. 31). En ese momento se produce el cambio: en el corazón de la noche, el carcelero escucha la palabra del Señor con su familia, acoge a los apóstoles, les lava las heridas –porque les habían pegado- y recibe el bautismo junto a los suyos; luego, «se alegró con toda su familia por haber creído en Dios» (v. 34), prepara la mesa e invita a Pablo y Silas a quedarse con ellos: ¡el momento del consuelo!

En el corazón de la noche de este carcelero anónimo, la luz de Cristo brilla y vence a las tinieblas: las cadenas del corazón caen y brota en él y en ellos una alegría nunca antes experimentada. Así es como el Espíritu Santo hace la misión: desde el principio, desde Pentecostés en adelante, Él es el protagonista de la misión. Y nos lleva hacia adelante, necesitamos ser fieles a la vocación que el Espíritu nos mueve a hacer. Para llevar el Evangelio.

Pidamos también nosotros hoy al Espíritu Santo un corazón abierto, sensible a Dios y hospitalario con nuestros hermanos y hermanas, como el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas, y también una apertura del corazón, como la del carcelero que se deja tocar por el Espíritu Santo.

Bendición de matrimonios

Durante este fin de semana fueron bendecidos los matrimonios que cumplen durante este año 25, 50 y 60 años de casados como cierre de los festejos por el mes de la familia.  ¡Felicidades para todos!

«El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.»

 

Bautismos del 26 de octubre

Damos la bienvenida a la familia de la Iglesia a estos nuevos hijos de Dios: Sabina, Pierina Lucía, Milagros, Augusto, Gaia, Eulen Sofía, Pablo, Mateo Junior, Ian Benjamín, María Emilia, Gabriel, Olivia, y Tobías Agustín.  Ellos recibieron el Sacramento del Bautismo el sábado 26 de octubre.

En este día especial, la voz de Dios  se escuchará en tu corazón: este es mi hijo, muy amado».

 

San Lucas, Evangelista

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de San Lucas, Evangelista

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de San Lucas, Evangelista

San Lucas, el Evangelista, es el autor del tercer Evangelio, de los Hechos de los Apóstoles y es el que más trata sobre la Virgen María. Su fiesta se celebra el 18 de octubre.

San Lucas, cuyo nombre significa “portador de luz”, se introdujo en la fe alrededor del año 40. No conoció a Jesús, pero sí a Pablo, de quien fue su discípulo. Se educó en la literatura y la medicina. Es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita y dirigió su mensaje a los cristianos gentiles.

En su Evangelio resalta la especial atención por los pobres, los pecadores arrepentidos y la oración.

La tradición dice que murió mártir colgado de un árbol en Acaya. Es representado con un libro o como un toro o novillo alado.

Es patrón de los doctores, cirujanos, solteros, carniceros, encuadernadores, escultores, notarios y artistas porque se dice que también fue pintor de la Virgen.

Es un escritor muy agradable, y el que tiene el estilo más hermoso en el Nuevo Testamento. Sus dos pequeños libros se leen con verdadero agrado.

Era médico. San Pablo lo llama «Lucas, el médico muy amado», y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del gran apóstol.

Era compañero de viajes de San Pablo. En los Hechos de los apóstoles, al narrar los grandes viajes del Apóstol, habla en plural diciendo «fuimos a… navegamos a…» Y va narrando con todo detalle los sucesos tan impresionantes que le sucedieron a San Pablo en sus 4 famosos viajes. Lucas acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesarea y después otros dos en Roma. Es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Era griego.

El poeta Dante le dio a San Lucas este apelativo: «el que describe la amabilidad de Cristo». Y con razón el Cardenal Mercier cuando un alumno le dijo: «Por favor aconséjeme cuál es el mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo», le respondió: «El mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo se llama: El Evangelio de San Lucas». Un autor llamó a este escrito: «El libro más encantador del mundo».

Como era médico era muy comprensivo. Dicen que un teórico de oficina, ve a las gentes mejor de lo que son. Un sociólogo las ve peor de lo que son en realidad. Pero el médico ve a cada uno tal cual es. San Lucas veía a las personas tal cual son (mitad debilidad y mitad buena voluntad) y las amaba y las comprendía.

En su evangelio demuestra una gran estimación por la mujer. Todas las mujeres que allí aparecen son amables y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión.

Su evangelio es el más fácil de leer, de todos los cuatro. Son 1,200 renglones escritos en excelente estilo literario. Lo han llamado «el evangelio de los pobres», porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos. Es un Jesús que corre al encuentro de aquellos para quienes la vida es más dura y angustiosa.

También se ha llamado: «el evangelio de la oración», porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de orar.

Otro nombre que le han dado a su escrito es el «evangelio de los pecadores», porque presenta siempre a Jesús infinitamente comprensivo con los que han sido víctimas de las pasiones humanas. San Lucas quiere insistir en que el amor de Dios no tiene límites ni rechaza a quien desea arrepentirse y cambiar de vida. Por eso los pecadores leen con tanto agrado y consuelo el evangelio de San Lucas. Es que fue escrito pensando en ellos.

Su evangelio es el que narra los hechos de la infancia de Jesús, y en él se han inspirado los más famosos pintores para representar en imágenes tan amables escenas.

Dicen que murió soltero, a la edad de 84 años, después de haber gastado su vida en hacer conocer y amar a Nuestro Señor Jesucristo.